Desde hace 14 años, el Chavismo derramó su amor revolucionario sobre el pueblo venezolano y latinoamericano. Conocimos desde entonces de Salud Popular, de alimentos para todos, de participación amplia y verdadera, de programas de vivienda nunca antes vistos, de millones de Computadoras para poner conocimiento en el alma de los niños. Parecía la conjunción perfecta entre el pueblo y el partido como su vanguardia consecuente. El imperio y sus lacayos temblaban o gruñían preocupados, y Venezuela se erigía como líder indiscutible en la lucha por conquistar la soberanía necesaria para América Latina.
Y entonces Hugo Chávez se fué, y parecía que nos quedábamos huérfanos, tanta era la fuerza que su sombra proyectaba sobre nuestros procesos libertarios.
Pero asumió Maduro, y se desencadenó el poder de un pueblo buscando seguir construyendo el amplio camino hacia la Patria Socialista. Y las calles de Venezuela se poblaron del rojo intenso de la consigna y la propuesta, del canto y de los puños, parecía que el futuro estaba allí, y que los verdugos y explotadores de siempre estaban condenados al exilio de la Historia. Pero llegó el 14.
¡1.5%! El alma tiembla al ver ese márgen de victoria. Pero eso es lo que el pueblo venezolano, receptor y beneficiario de las bondades del socialismo del Siglo 21, le otorgó al proceso. ¿Significa, acaso, que la mitad de Venezuela no quiere este sistema de obra social intensa y solidaria? ¿Que quiere que se devuelva el petróleo a las transnacionales y el poder político a Copeyanos y Adecos? Quizá sólo significa que se ha descuidado la concientización ideológica del pueblo. Y eso es grave.
Debemos aprender la lección que yace ahí, reveladora y amenazante. ¿Estamos seguros que dar ayudas y tarifas subsidiadas fortalece el temple revolucionario de nuestra gente? Después de un año de subsidio ya se convierte en un estado obligatorio, y quizá deba ser aumentado. O quizá pensar en uno nuevo, o talvez presionar por más programas sociales. Pedir y exigir más, y castigar electoralmente si no se recibe.
Debemos profundizar el conocimiento político del pueblo para que al asumir la lucha por sus derechos también acepte el asumir sus responsabilidades para con la sociedad que le cobija. Para que pueda comprender que no siempre el Proyecto puede garantizarle todos sus deseos ni cubrirle todas sus necesidades, pero que se abre toda una avenida por donde avanzar para alcanzar , colectivamente, las soluciones necesarias.
Comencemos pues, masivamente, a preparar políticamente al ciudadano para convertirlo en el hombre nuevo que este siglo necesita, que lleve en sus ojos el brillo de su determinación y su conciencia clara: Que otro mundo es posible y todos estamos obligados a construirlo.
miércoles, 17 de abril de 2013
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